El proyecto folklórico de la Sección Femenina en Málaga

Conferencia pronunciada en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga el 10 de mayo de 2023

La implantación de proyectos étnicos como parte de los procesos de nacionalización es general en la Europa de entreguerras en los estados autoritarios. En el caso español lo que diferencia a este proyecto es el peso del componente católico. El Estado no renuncio a utilizar a las mujeres españolas como parte esencial de este proceso. Utilizaría para ello el asociacionismo católico cuyo potencial movilizador se había puesto de manifiesto en la campaña electoral de 1933 como a la Sección Femenina, la organización falangista creada un año después. Su contribución al proyecto nacionalista fue absoluto ya desde la guerra cuando desplegó en la retaguardia franquista su programa benéfico social: Auxilio Social.

Tras entrada en Málaga, el 8 de febrero de 1937, de tropas hispano-italianas, la ciudad quedó incorporada al territorio de la Capitanía General del Ejército del Sur. Al día siguiente quedaba constituida una gestora civil y se establecía de inmediato varias decenas de juzgados de instrucción bajo jueces que procedentes de la justicia ordinaria habían sido militarizados. Del rigor de la justicia militar en Málaga queda poca duda, entre el 9 de febrero y el 31 de diciembre de 1937 se instruyeron, al menos, 2.330 causas que permitió el encausamiento de 13.472 personas. En cada cabeza de partido quedaron establecidos juzgados militares. En Álora, Antequera, Coín, Vélez-Málaga, Ronda, Estepona y Marbella se celebraron masivos consejos de guerra. Pero, a veces, los tribunales militares dado el número de encausados se trasladaban también a pueblos pequeños como fue el caso de Casares, en el extremo occidental de la provincia de Málaga o al de Colmenar en los montes. Es importante resaltar la intensidad de la represión porque sus efectos impiden admitir, al menos a primera hora, una adhesión generalizada de las poblaciones ocupadas y una aceptación que no tuviera origen en el miedo. Los mecanismos diseñados para la renacionalización se despliegan de inmediato, tanto por el poder civil como por el militar. La construcción de la nueva patria se vertebró en torno a unos ritos y a unos relatos militarizados cuya representación más visible fue el gran vencedor de la campaña de Málaga, “su libertador”. Sobre Queipo de Llano se proyectó una operación propagandística encaminada a conseguir la adhesión de las masas. Tras la toma de la ciudad, se encargó de advertir que no habría piedad para los vencidos. La Gestora Municipal lo nombró junto a Franco, hijo predilecto que la ciudad que había conquistado con la ayuda de los italianos. Pero fue él quien protagonizó los actos del primer aniversario de la ocupación.

La ciudad prestó un conjunto de escenarios que habrían de servir a la resignificación del marco urbano que acogió un proceso revolucionario, convertido en paradigmático por la propaganda franquista. La Sección Femenina (SF) fue imagen y representación del relato de la cruzada, en la catedral y del «martirio» en el cementerio pero también de los que ensalzaban la colaboración de la Alemania nazi y de la Italia fascista. Málaga agradeció aquella contribución nombrando hijo adoptivo de la ciudad al cónsul italiano, Tranquilino Bianchi y homenajeando al Conde Ciano en su breve visita a Málaga. Las mujeres azules, instrumentos de fabricación de un nuevo modelo de feminidad que primaba la función maternal y familiar, paradójicamente exhibían junto a las cruces gamadas una estética masculinizada, más cercana al estilo militar que a la refinada mujer burguesa que había construido el liberalismo.

LA ALCAZABA     

            Pero el papel reservado a la SF, trascendería en mucho al de figurante en la representación de la victoria en los espacios públicos o al benéfico-asistencial ya citado. Por el contrario, una mayor visibilidad le estaba reservada en la construcción de una nueva patria cuyos valores se proyectarían mediante potentes representaciones etnoculturales. Esto quedó rápidamente de manifiesto en la intervención sobre las fiestas populares, en la resignificación de las religiosas y en la incorporación de esos elementos a actos de naturaleza política y diplomática. Para tales funciones en Málaga se privilegió el escenario de la Alcazaba. Aunque esta imponente fortaleza militar construida en el siglo XIII comenzó a ser restaurada en 1933, fue tras la guerra cuando se culminó su restauración y se convirtió en un espacio que simbolizaba la victoria del cristianismo frente al Islam, trasunto del triunfo de la civilización sobre la barbarie roja. En 1938, sin embargo, fue el escenario de un homenaje a las tropas marroquíes y ya entonces se asocian a la celebración de la victoria elementos etnoculturales (muy alterados) cuando los dignatarios marroquíes fueron agasajados por muchachas vestidas con trajes musulmanes.

Como es conocido, la Alcazaba se restauró siguiendo el criterio de Torres Balbás. El resultado sería una edificación historicista, instrumento de la propaganda oficial del Régimen. En aquel jardín colgante sobre el mar, la luz y el colorido de los patios conformaron un escenario en que la SF representaría la más vistosa de sus funciones. La Alcazaba de Málaga era el versus del icónico castillo de la Mota que Franco había regalado a la SF. Pero no por ellos menos ajeno al mensaje falangista que significaban las regiones mediterráneas como femeninas en oposición a la masculinidad castellana.

Los elementos folklóricos asimilados a las festividades patronales o conmemorativas, durante la contienda y la inmediata posguerra se identificaban en menor medida con lo local que con lo regional. En Andalucía a lo largo del siglo XIX se cohesionan un conjunto de elementos que se vinculan a una identidad andaluza en un proceso que es simultáneo a la construcción del nacionalismo español que absorbe esos elementos andaluces y los asimila como propios de la nación. En el primer franquismo, junto a las fiestas religiosas y populares, el franquismo utilizará en Andalucía los elementos de mayor simbólico: orientalismo, exotismo, ambos elementos presentes en la Alcazaba enmarcan el conjunto de actos diplomáticos y políticos junto a la manifestación más importante de la idiosincrasia de Andalucía, el flamenco proyectado por la SF en su manifestación más colorista y pintoresca como quedó inmortalizado en las imágenes que se conservan de la visitas de Queipo de Llano y Pilar Primo de Rivera (1938); de Franco (1939); del Ministro delo Ejército, Carlos Asensio Cabanillas, en 1940 y de Carmen Polo, en 1947.

ESPECTÁCULOS EN LA ALCAZABA

            A cada una de estas visitas parece corresponderle un espectáculo folklórico caracterizado por el colorido, la musicalidad, el movimiento y, sobre todo, la exhibición de la prenda más característica de la mujer andaluza: el peculiar traje de volantes. Este traje se identifica desde el siglo XIX en el imaginario colectivo como un distintivo de lo español. Esos elementos identitarios, españolizados se subsumen en la simbología fascista, tal y como aparecen en los espectáculos de la Alcazaba en los que se funden el traje de volantes, los lunares, el yugo y las flechas y la esvástica. Una imagen que convivirá con la estética fascista, tal y como se puede ver en el desfile de la SF uniformada cuando Franco visitó Málaga en 1939.

Actos en la Alcazaba durante la visita a Málaga de Pilar Primo de Rivera
Actos en la Alcazaba durante la visita a Málaga del Ministro del Ejército, Carlos Asensio Cabanillas
Actos en la Alcazaba durante la visita a Málaga de Carmen Polo

COMPETENCIAS DE LA SECCIÓN FEMENINA

            El nuevo Estado franquista reservó a la SF ámbitos de poder y representación significativos. El primero de ellos fue confiarle una serie de competencias formativas en la enseñanza reglada, tanto en niveles básicos como medios y superiores. La organización falangista quedó al cargo de educar a las niñas para ser esposas y madres perfectas mediante asignaturas cuyo principal currículum era la gestión doméstica y las habilidades tradicionalmente atribuidas a las mujeres. Pero también la formación política, la Educación Física y la enseñanza musical.

Sería pues la Música la asignatura que conectó la educación reglada con los programas de investigación y enseñanza del folklore desarrolladas por las Cátedras Ambulantes. Un proyecto que con el mismo método de la antropología pretendía localizar o recrear manifestaciones etnoculturales con capacidad de cohesionar las comunidades locales, el ámbito de mayor dificultad para desarrollar la acción del Estado en pro de la construcción nacional. Se hizo mediante intervención del ocio y de las fiestas populares, de la misma manera que se había hecho en la Italia fascista como en la Alemania nazi. En España, las grandes festividades religiosas como la Virgen del Pilar o la del apóstol Santiago, la Semana Santa y las ferias patronales se resignifican con la intervención del clero, el ejército, la estética militar. Con ser estos elementos icónicos de naturaleza simbólica e institucional muy poderosos fue necesario recurrir a elementos culturales menos uniformados pero capaces de vincular la cultura popular a las elites. Tal y como se había hecho en Alemania, donde las Juventudes Hitlerianas y La Asociación de Muchachas Alemanas difundieron en sus marchas y acampadas canciones generadas en el mundo rural y vinculadas a las labores agrarias, si bien la canción popular también es producida en el mundo urbano. El modelo nacionalsocialista inspiró el proyecto de la SF en cuanto a la enseñanza de la música y el folklore. Algo a lo que no fue ajena, Carmen Werner, regidora de cultura desde 1938.

El papel conferido al folklore para la renacionalización de España quedó explícitamente expuesto por Pilar Primo de Rivera en enero de 1939 en Zamora en el marco del III Congreso de la Sección Femenina. Para la máxima dirigente falangista se había conseguido la unidad política, territorial y religiosa. La guerra estaba prácticamente ganada para su causa cuando afirmó que los hombres habían conseguido con las armas la unidad de la patria pero a las mujeres les correspondía tejer la unidad con los hilos de la música, la tierra y la doctrina nacional-sindicalista. La unidad de España pasaba porque todos los españoles asumieran como suyas la diversidad de los cantes y bailes regionales: “cuando se unan cincuenta o setenta mil voces para cantar, entonces si habremos conseguido la Unidad entre los hombre y las tierras de España”.

La concentración organizada como homenaje a Franco en Medina del Campo tuvo un gran valor simbólico. Aquella ciudad y el castillo de la Mota –recién restaurado— se convirtieron para la SF en un lugar mítico por su vinculación con Isabel la Católica y de alto potencial propagandístico. Fue como la Alcazaba en Málaga un escenario que buscaba el impacto visual. En el homenaje que 11.000 mujeres brindaron a Franco en agradecimiento por la cesión a la SF de la fortaleza, el folklore se integró como parte sustancial de la puesta en escena. Los actos más importantes de la concentración de Medina del Campo fueron por una parte la ofrenda al dictador de frutos de las diversas regiones españolas y por otra la exhibición de bailes regionales, la combinación de ambos da como resultado un espectáculo en que se combinaba el color y el movimiento. Fue una exaltación del nacionalismo español cuyo fin último era el reconocimiento de identidades periféricas mediante el culto al folclore, identidades que debían permanecer al margen del conflicto político.

Ofrenda de la Sección Femenina en la concentración de Medina del Campo. Fuente: Portada de Sección Femenina. Falange española tradicionalista y de la J.O.N.S., Central de Prensa y Propaganda, 1940. Publicación cedida por María Rosa Ramón Ortega

El traje regional se convirtió en la seña de identidad que portaban las muchachas de la SF en las grandes celebraciones patrióticas como las fiestas en honor a la Virgen del Pilar o las celebradas a los pocos días de la sublevación en Santiago de Compostela. De la misma manera los desfiles que seguían a la conquista territorial iban acompañados de elementos identificativos del particularismo regional. Se dio especialmente allí donde habían sido más potentes las culturas republicanas y obreras como en Asturias o en Cataluña.

COROS Y DANZAS

            El folklore, pues, fue convertido en un producto cultural de gran potencial, canalizado por los Coros y Danzas, constituidos en 1942 como sección independiente de la Regiduría de Cultura. Bajo el asesoramiento de Menéndez Pidal, la actuación de los Coros perseguía un culto a lo local y provincial en mayor medida que a lo regional. Al margen de esto se pretendía que las regiones interiorizaran como propio y conocieran las manifestaciones de cualquiera de los territorios que formaban la nación, dando visibilidad a unos elementos identitarios que no eran los que constituían la españolidad. Los Coros y Danzas a lo largo de la Dictadura persiguieron dos objetivos la intervención de las fiestas populares en marcos locales y la proyección al exterior de la cara más colorista y más amable del Régimen. Con respecto al intervencionismo en el marco local la orden de Primo de Rivera era taxativa: los coros debían actuar a diario en la plaza de los pueblos durante las fiestas mayores, debían actuar en las eras y en las romerías Se pretendía desplegar toda la capacidad de seducción de la música y la danza pero también dar visibilidad a los trajes, a los adornos, desde las joyas a los tocados. Estos elementos se convertirán en objeto de investigación etnográfica sin que por ello escaparan a procesos de mixtificación. No parece, sin embargo, que hasta cierto punto la impuesta obligación de vestir el traje regional en las fiestas patronales, desplazara la otra gran seña del nacionalismo español, el vestido de volantes.

Los Coros y Danzas fueron también un complemento ornamental que acompañaba a los actos institucionales. Pero pronto se proyectaron fuera de los espacios propios a través de los concursos anuales y provinciales que recibían una gran atención mediática. Se trataba en definitiva de dar a conocer manifestaciones culturales propias que no debían desafiar a las nacionales, a las que complementaban pero no sustituían. Ello exigía un delicado equilibrio sobre todo cuando se celebraba la final del Teatro Español. A la final de 1942, los Coros concurrieron con los «banderines» de sus respectivas regiones. Se obvia conscientemente el término bandera, esquivando la más mínima referencia a proyectos descentralizadores de naturaleza política. La dura competencia provincial puede considerarse, hasta cierto punto, un elemento útil para el proyecto nacionalizador en tanto que contribuye a fragmentar cualquier «nacionalismo regionalista» –no fue infrecuente que ciudades de una misma región ganaran en distintas modalidades—.

A nivel nacional hasta la popularización de la televisión las actuaciones de los Coros y Danzas fueron difundidas por el NO-DO. Pero como se ha mencionado antes, también fueron el instrumento que mostró en el exterior una imagen del Régimen que era el versus de la que ofrecía el ostracismo al que la comunidad internacional había condenado a España. La mayoría de las actuaciones en el exterior fueron en Latinoamérica.

La búsqueda de cantes y bailes que nutrieran los repertorios de los Coros y Danzas canalizó a través del otro gran proyecto de la Sección Femenina: Las Cátedras Ambulantes. Se trataba de programas itinerantes de carácter formativo, no exclusivamente musical. Su principal objetivo era la investigación de las manifestaciones musicales y de los tipos de bailes, si bien la mayoría de las veces estos programa eran impartido por personas sin formación y sin la aplicación del método etnográfico.

El MODELO DE INTERVENCIÓN EN MÁLAGA       

En Málaga el elemento constitutivo de sus Coros y Danzas fue una tradición cultural procedente de las comarcas interiores «Los verdiales». Se trata de una modalidad procedente del fandango aunque existen variantes, comparten la utilización de los mismos instrumentos musicales y la vistosidad de sus vestimentas. El elemento más característico del atuendo masculino es su tocado, un sombrero con cintas y espejos. Según una costumbre ancestral estos músicos reunidos en pandas recorrían los partidos rurales, agitando distintivos propios. Estas reuniones se celebraban, el 28 de diciembre en fiestas celebradas en cualquier venta, las pandas competían entre sí, lo que ha permitido relacionarla con los rituales paganos que celebraban el solsticio de invierno. También ese día bajaban de los montes a Málaga, donde antes de la guerra civil se les llamaba, «tontos» o «catetos». Entonces aquellas pandas estaban integradas solo por hombres y no tenían pareja de bailes. Esta peculiar manifestación del folklore rural fue la elegida por la SF para identificar a la provincia desde el punto de vista etnocultural y nutrió el repertorio de sus Coros y Danzas desde los años cuarenta. Después, esas danzas fueron objeto de investigación por parte de las Cátedras Ambulantes entre 1955 y 1977.

Se suponía que cuantas más alejadas estuvieran las comarcas aquella manifestación era más pura, si bien en los partidos limítrofes con la provincia de Granada, las danzas se habían perdido o se recordaban de una forma muy fragmentaria. Lo que parece claro es que al ser absorbidas por SF esta manifestación cultural sufrió un fuerte proceso de mixtificación y fueron alteradas. Hay que tener en cuenta que este proceso suponía trasladar unas danzas ejecutadas de forma espontánea en relación a los ciclos agrarios o a fiestas de comunidades rurales en un espectáculo para ser exhibido en escenarios. En sus memorias Pepa Guerra admite esta alteración pues reconoce que la versión original de la danza fue modificada. Los cambios más sustanciales fueron la sustitución del baile por parejas por danzas grupales que posibilitan una exhibición de mayor espectacularidad. Una agrupación de Málaga obtuvo con esta modalidad el primer premio en el concurso nacional de coros y danzas en Sevilla en la edición de 1947. Allí quedó fijado el modelo que representó a la provincia. También fue profundamente alterado el traje que no se corresponde con el original que fue exhibido en Medina del Campo.

El baile adoptado por la SF se inspiró en las danzas ejecutadas por mujeres que las practicaban con su vestimenta habitual: “falda amplia, manteleta cruzada, medias negras de algodón, todas ellas, siempre vestidas de negro.

Parece claro que la SF enfatiza el origen popular. Por nuestra parte es dudoso que el atavío de mujeres pobres y enlutadas fuera la inspiración del luminoso traje de verdiales. El modelo que distinguió a Málaga tal y como aparece en la serie filatélica –editada entre 1967 y 1971— dedicada a los trajes regionales se había ido configurando durante las dos décadas anteriores. Sus elementos fundamentales eran: falda estampada de ancho vuelo cuyos motivos se distribuían en franjas; Una manteleta (elemento procedente de la vestimenta popular); manga corta de farolillos y las alpargatas de esparto atadas con tiras; pantalones ribeteados de encaje y enaguas, ambos elementos pretendían la ocultación del cuerpo femenino y distanciaban la representación femenina del modelo configurado por el nacionalismo liberal. Parece bastante clara la distancia del estereotipo de mujer elegido por la industria litográfica malagueña para la decoración de las cajas de pasa o los carteles de feria de los años veinte. Un imagen común por cierto a la utilizada en la publicidad de otros productos andaluces destinados también a la exportación. Un solo ejemplo lo constituye el cartel pintado por Julio Romero de Torres para las bodegas Cruz Conde o para la Unión de Explosivos Andaluces. Antes de la Guerra Civil se habían popularizado como típica la imagen de mujeres morenas y sensuales, envueltas en mantones de Manila, ataviadas con el ceñido vestido de volantes y tocadas con mantillas. Era una imagen, de gran poder seductor que el consumidor extranjero, identificaba con una Andalucía exótica y colorista, iconos del eterno mito de Carmen.

La SF ignoró esta representación y creó un modelo folklórico ex novo que con el objetivo de representar exclusivamente a la provincia, evitó en lo posible las referencias a la imagen femenina que había nacionalizado la España liberal y la republicana. El traje y el baile de verdiales fue la aportación de Málaga a la operación propagandística del Régimen en el exterior. Sus Coros y Danzas participaron en viajes al extranjero desde 1947. En concreto en los años cincuenta acompañaron a delegaciones diplomáticas los cincuenta intervinieron en las delegaciones que visitaron EEUU, Cuba y países europeos.

Para entonces existían Coros y Danzas en diez distritos de la capital e igualmente se habían montado en los pueblos de más entidad de la provincia. Si bien fueron los Coros de Álora, un pueblo mediano del Valle del Guadalhorce, los que obtuvieron con su versión de Los Campanilleros el premio nacional. Por su parte, los Coros y Danzas de Ronda, creados en 1950 estaban destinados a convertirse en los de mayor proyección a nivel internacional, mientras que a nivel local alcanzarán una gran visibilidad a partir de 1954 cuando la Feria de Septiembre se transforma en las Fiestas de Pedro Romero. La implantación en esta ciudad de la corrida goyesca supuso una ruptura con la tradición folklórica de uno de los territorios de mayor riqueza etnocultural y la imposición de una estética que modificaría la representación folklórica adoptada por SF en las dos décadas anteriores.

TURISMO Y PATRIA

            La irrupción del fenómeno turístico influirá de forma decisiva en el uso nacionalista del folklore. Es a partir de los años sesenta cuando la SF emprende una campaña de investigación a la búsqueda de las formas más puras del folklore, en parte por el agotamiento del repertorio de los Coros y Danzas. Pero por otra parte, la promoción turística de la Costa no podía prescindir del potencial de atracción que el folklore autóctono tenía sobre el visitante y el Régimen no dudo en recurrir a la Sección Femenina para convertir su programa folklórico como un elemento más de la oferta turística.

En 1959, Josefa Sampelayo, delegada nacional de la Regiduría de Cultura de SF ordenó al Departamento Provincial de Participación una investigación rigurosa de las manifestaciones culturales de la provincia. Se reimpulsa, una década después de una primera investigación, el trabajo indagatorio de las Cátedras Ambulantes en los pueblos de Málaga, cuyos informes se conservan en el Archivo Provincial de Málaga. Esta labor fue desarrollada en 1975 pero su interés no era etnográfico. Entre esos intentos estuvo la actuación del grupo de universitarias de la SF que en 1975 visitaron Competa con el objetivo de localizar un fandango autóctono. Según los informes elaborados recogidos desde la memoria oral, el fandango de aquel pueblo era el más genuino, su nombre procede de un partido de Málaga llamado verdiales. Se acompaña de violines, crótalos metálicos e instrumentos rústicos de percusión y guitarras como almireces y triángulos. Le atribuye un origen árabe y describe la fiesta, que comienza con la convocatoria mediante el llamamiento de un cuerno a los partidos vecinos, el llamamiento es a la caída de la tarde. Pero para entonces la SF ofrecía un producto folklórico que si bien tenía proyección exterior se limitaba a actuaciones en las ferias patronales y en las zonas turísticas como atracción en la oferta de ocio hotelera.

Su última contribución al proyecto de nacionalización para el que fue creado fue su proyección en el Sahara, donde la SF aún en los años setenta desarrolló un programa encaminado a la adhesión de las mujeres saharauis que, sin embargo, terminaría por servir a las más formadas para contribuir al proyecto nacionalista saharaui.

Conferencia pronunciada en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga el 10 de mayo de 2023

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